No falta quien dice que nos encontramos en una sociedad que sufre de una autentica crisis de valores. Algunos valores que han dejado de estar. Es como si hoy en día, se primen más los valores económicos, consumistas y utilitarios.
Desde una mirada psicológica si hay algo que apreciamos, como esas creencias y esas actitudes vitales, algunas veces, aun teniendo firmes esas convicciones, se las descuida y aparecen los problemas.
Hay hombres y mujeres que defienden unos valores, pero no los aplican ni los practican. El verdadero bienestar y la verdadera coherencia nace de quien hace de su valore su virtud.
Los valores y las emociones van de la mano, es decir, cuando están en sintonía nos sentimos mejor. Por eso, hay que tener bien en cuenta cuales son nuestros valores, esto puede ayudarnos a que prioricemos lo que es más importante para nosotros.
Vivir en sintonía con lo que nos es valioso
Valores y emociones son metas motivacionales, que no solo da sentido a nuestra vida diaria, sino, a cada decisión que tomemos. Por eso, estas dimensiones son creencias ligadas a nuestros afectos y emociones.
Quiere decir, que, por ejemplo, adoptamos como valor la lealtad, entonces, vamos a intentar que nuestra existencia esté acorde a estos principios. Por ejemplo, vemos prácticas que son poco leales en el trabajo y tenemos que adoptarlas nosotros, vamos a tener dos opciones, o las asumimos y sufrimos o pelearla para estar en sintonía con nuestros valores.
¿Qué pasa cuando perdemos de vista nuestros valores?
Es común priorizar los valores que nos inculcan en nuestra familia. Lo hacemos un tiempo, integrándolo en nuestra educación.
Esto hace que no tengamos muy bien definido nuestros valores ¿Qué consecuencias trae? El primero es convertirnos en alguien que no queremos ser. No detenernos a pensar en que nos define, hace que nos dejemos llevar por los comentarios de los demás.
Valores y emociones, las raíces de nuestras virtudes
Sócrates decía que las virtudes no se enseñan, no se transmiten por sentimientos, sino realidades que uno mismo debe descubrir e integrar en el propio ser.
En el momento que clarificamos nuestros valores y los hacemos de uno mismo, los convierte en virtudes. Ósea, debe ser obligación defenderla y practicarla a diario.
Cuando cuidamos de esa armonía entre lo que sentimos y lo que hacemos, y lo que pensamos y expresamos, vamos a alcanzar el bienestar y la realización personal.